Lista de cómicas que arrasan para público y empresarios despistados
Toda lista de humoristas españolas será necesariamente incompleta, parcial e insuficiente; pero sirvan estas líneas como una pequeña demostración de la diversidad del humor que están haciendo las cómicas, y de paso, unas cuantas ideas para quien pretenda vender entradas
— Las cómicas sí hacen buenos chistes: varios humoristas dejan ‘La Chocita del Loro’ tras las declaraciones machistas de sus responsables
Humorista y filósofa: así se define la gijonense Silvia Sparks en Twitter; y añade en la descripción de su propia web que en 2015 sustituyó los libros de Nietzsche por la comedia. «La normalidad apesta, lo deforme vencerá», es la frase que aparece a continuación a modo de advertencia, porque Sparks utiliza su propia intimidad y las costumbres de su generación para crear monólogos ácidos, extravagantes y retorcidos. Temas como la zoofilia, la pederastia o el sadomasoquismo aparecen intercalados entre excursiones al Ikea, ejercicios en el gimnasio y hacer scroll en Tinder.
Sparks actuó semanalmente en la segunda temporada del show Commedia, de Ignatius Farray, y es colaboradora del late night ‘Las que faltaban’, de Movistar+. En el portal donde se venden las entradas de su último espectáculo, Sparks, el show de humor negro, tiene una honrosa media de 9,9 sobre 10. Escuchen lo que dice Inés, una espectadora, en el primer comentario: «Es la primera vez que iba a ver un monólogo de humor negro, y me sorprendió gratamente. Humor afilado, inteligente y culto. No dejé de reírme ni un minuto».
Silvia Sparks escribe como los ángeles. Ahí lo dejo, para romper el hielo. Una vez le pedí una reflexión sobre el humor de hombres, mujeres y viceversa y en sus palabras había más materia gris que en un congreso de ciencia. Hablamos con la cómica, que nos confiesa sus rarezas y pasiones o su peculiar día a día y, entre tanto, nos suelta una convicción existencial rotunda: “A veces no me creo del todo lo increíblemente feliz que me hace la comedia”. Y, a nosotros, su felicidad nos hace más felices. ¡La felicidad que brinda la comedia! ¡El arte de arrancar risas por doquier! Y ella lo consigue. Silvia Sparks demuestra el poderío creciente de una extraordinaria legión de cómicos que han tomado los bares, locales y teatros de todo el país. ¡Buscadla en las redes sociales e id a verla! El humor le viene de fábrica, revela, y en el escenario ha encontrado su feudo. Imparable Silvia Sparks… ¡Bienvenida a Godot!
¿Cómo se definiría Silvia Sparks y desde cuándo esta pasión por la comedia?
Supongo que soy bastante rara. Siempre he querido escribir y lo de la comedia me viene de fábrica. En el cole me enviaban constantemente a la directora por contar chistes obscenos. Nunca he encajado en la mayoría de los sitios. La comedia me fascina porque es un excelente medio para protestar, en el que el público y el cómico son cómplices. El humor siempre ha sido una constante en mi vida, lo que pasa es que antes lo hacía en el contexto inapropiado y ahora en los escenarios.
¿Cómo es tu día a día?
Me levanto. Leo el periódico. Me enfada. Lo tiro. Me pongo a ver ‘Stand up comedy’. Escribo. Me sale bien. Me sale mal. Me enfado. Miro mi cuenta bancaria. Lloro. Salgo. Me vuelvo a sentar. Tomo café. Me sale bien. Tomo café. Me sale mal. Me tomo una tila. Cocino. Hago yoga. Me sale bien. Me sale mal. Me enfado. Lo mando todo al carajo. Respiro. Cocino de nuevo. Veo a gente. Actúo. Bebo gin tonic. Deambulo por las calles con nocturnidad. Secuestro a palomas indefensas. Me voy a dormir… y ahí es cuando se me ocurren todos los chistes buenos.
¿Dónde podemos verte habitualmente, micro en mano y sin filtros?
En distintas salas de Madrid, Barcelona y algunas otras ciudades españolas. Me voy rotando como los cultivos. El 6 de octubre tengo el honor de estar en la mítica sala Clan Cabaret de Alicante. En Madrid, por ahora el 4 de octubre estaré en el Rockers de Fuenlabrada y el 17 en Moby Dick con Comedy Riot. ¡Seguidme por las redes sociales y os voy informando! (Nota del redactor: ¡Apuntad! silviasparks.com)
¿Vivimos buenos tiempos para el humor, pese a la corrección política atroz?
Vivimos tiempos vomitivos para casi todas las artes, pero la mayor venganza contra la corrección política es seguir adelante con mucha comedia y cuanto más ofensiva mejor. La ofensa no es mala, la indiferencia y el aburrimiento sí lo son.
«Me decían ‘Tienes que jugar con tus hijos’ y los he metido en una timba de Póker. ¿Que cómo he podido hacer eso? Con una pareja de sietes».
Raquel Sastre
“Las mujeres no somos graciosas”, pensaba resignada mi yo de entre la niñez y la adolescencia. Llegué incluso a pronunciarlo, a convertirlo en real en alguna conversación. Es lo único que podía pensar con los referentes que tanto amaba pero que eran los únicos que tenía. Perseguía el humor donde podía, que entonces era solo por televisión: el show que tuviera Buenafuente en aquel momento, el mítico ‘Caiga Quien Caiga’, ‘El Informal’, incluso ‘El Hormiguero’ añejo del que ahora aparto los ojos. Para el stand up, tenía ‘El club de la comedia’, aún no colonizado por actores españoles, y aquel de Paramount. Y todo me flipaba tanto que pasó bastante tiempo hasta que se me ocurrió preguntarme dónde estaban las mujeres. Alguna había, recuerdo, pero mínimamente. Bueno, pensé, si no hay es que no somos graciosas. Y sin más, seguía viendo el campo de nabos que estuviera en emisión en aquel momento.
Esta época me vino a la cabeza la noche antes de escribir esto, cuando fui a ‘Riot Comedy’, un micro abierto en el que solo actuaban mujeres y que salió del coco de la genialísima Penny Jay. El aforo completo desde casi una hora antes de su actuación convertía la esquina más estrecha en un palco privilegiado, y el aire caliente propio de una muchedumbre agolpada te hacía suspirar por una gotita de cerveza fría. Se llenó hasta el punto de que solo pude asomarme un rato para no infringir todo eso del aforo y luego tuve que irme bajo la lluvia, como un niño de Dickens al que han rechazado dar limosna. Mientras yo rezaba para que alguien encendiera el aire acondicionado, ellas llenaron el local con su labia y desparpajo. Varias eran conocidas o amigas mías -el orgullo había que meterlo- e hicieron reír con esa risa que encoge el estómago, baña los ojos y te hace aplaudir como una foca retrasada. Por si alguien se lo estaba preguntando, hace tiempo que me di cuenta de que la gracia no solo tiene voz de señor.
Antes de escribir esta columna, le pregunté a unas amigas si ellas también habían vivido esa sensación de comedia masculinizada. No estaba segura de si esta experiencia solo era mi culpa por no haber rebuscado suficientes referentes detrás de esa muralla de testosterona que se apoderaba de las pantallas de los 2000 -y que tan feliz consumía-. Ellas coincidieron conmigo y menos mal, porque ya me estaba preparando para recibir comentarios de “feminazi desinformada” y derivados. Lo más bonito fue que no solo coincidieron en eso: si antes el humor tenía firma masculina y las humoristas patrias eran minoría, ahora está floreciendo algo nuevo, unas ganas de comedia femenina que hincha los pulmones y huele a aire fresco, a bar con aforo completo y a cerveza fría.
Me encanta ver que no solo hay cómicas estupendas ya consagradas como Ana Morgade, Silvia Abril, Pilar de Francisco, Sara Escudero, Eva Hache, Raquel Sastre, Carolina Noriega o chorrocientas más -y hablo solo de las caras visibles-, sino que además las nuevas proezas de YouTube que están saltando a los medios de comunicación son en gran parte mujeres –Percebes y Grelos, Soy Una Pringada, Ter, Andrea Compton, Living Postureo-, que en los Open Mic que frecuento por bares malasañescos -el Picnic al que yo llamo mi segunda casa, el Superlativo, el Intruso- aunque siguen siendo los hombres quienes pisan más tiempo el escenario, cada vez sea más frecuente que alguna mujer coja el micro: la genial Valeria Ros, Susi Caramelo, Yaiza Nuevo, Elsa Ruiz, Silvia Sparks oEva Soriano.
Me encanta reírme con ellas y sentirme identificada y que, alguna vez, ellas se hayan reído conmigo. Me encanta que otras personas quieran verlas y reírse con ellas y que el #LeedAMásMujeres que tanto se ha movido en Twitter pueda tener su reflejo en un movimiento hambriento por consumir a más mujeres humoristas. Quiero creer que, dentro de poco, ya no harán falta más artículos coronados con titulares segregadores -aunque bienintencionados- tipo ‘Ellas también son graciosas’, que habrá tantas mujeres dirigiendo programas de humor en televisión como ahora hay hombres y que esta columna ya quedará desfasada si no se lee como una carta de amor a las humoristas que me gustan. El humor, si está bien hecho, no importa de quién venga. Pero ahora ya siento que podría formar parte.
1-¿Quién es Silvia Sparks?¿Cómo te definirías a ti mismo?
Del norte, políglota, filósofa, amante del cine, distraída, tímida, clara en mi oscuridad, insegura de mi seguridad, cómica por defecto y extremadamente dramática. Eterna inadaptada en vías de reciclaje.
2-¿Cuándo te empezaste a interesar por el mundo de la comedia?
Desde mi primera clase de teatro vi que lo mío era hacer reír a las personas. Cuando conocí a Bill Hicks supe que no había vuelta atrás. En el teatro daba igual el papel que me tocase, que siempre lo llevaba a la comedia. Me es casi imposible no buscar el lado gracioso de las cosas. El humor también me ha metido en grandes problemas, en la carrera me inventaba autores, y me han echado de trabajos por payasa y por hacer comentarios graciosos en situaciones comprometidas.
3-¿A quién admirabas de pequeño? ¿Ahora admiras a alguien?
De pequeña a algún personaje de ficción tipo Pipi Calzas Largas. Ahora admiro cualidades distintas en muchas personas de mi vida diaria. A mis amigos, a mi hermano… A nivel de comedia ostentan el poder Bill Hicks, Larry David, Louie C.K y Chris D’Elia. En España… no me atrevería… pero Angel Martín.
Interpretaba a El Loco Las Coles en La hora chanante. Luego encarnó el papel de El Espantajo Los Melones en Muchachada Nui. Convirtió en un género propio su gritosordo, algo que empezó como un tic en el colegio y que ahora forma parte de sus live shows. Juan Ignacio Delgado Alemany (Tenerife, 1973), más conocido como Ignatius Farray, se ha convertido en los último años en todo un fenómeno de la comedia -o commedia como diría él- en nuestro país. Su humor es lúcido, ingenioso, negrísimo hasta decir basta, pero sobre todo espontáneo, fresco. Es capaz de hacer reír a Andrea Levy tanto como a Pablo Echenique. Luego al teléfono se muestra algo tímido, más comedido que en directo y hasta tierno, con corazoncito. Hoy presentará junto a David Broncano y Quequé La vida moderna, programa de radio de la Cadena Ser, en formato live show. Aviso para navegantes: sólo quedan entradas para el domingo.
-Lleva dedicándose a la comedia más de 15 años. ¿Cuáles son las diferencias a grandes rasgos entre un buen cómico y uno malo?
-Un buen cómico es el que hace lo que le apetece, y uno malo es aquel que hace lo que se supone que debe hacer. Hay muchos clichés y tópicos en la comedia. Un cómico malo, por ejemplo yo -ríe-, se refugia en eso como si fuera una trinchera para no salir de su zona de confort. En cambio, un buen cómico, que es lo que espero ser algún día, sólo hace lo que siente que está bien, sin dejarse llevar por los clichés.
-¿Qué consecuencias tiene hacer mala comedia?
-Hacer mala comedia puede tener consecuencias nefastas. Significa empobrecer a la sociedad. (Silencio). Una sociedad necesita tener comedia para tener la ilusión de libertad. La comedia es un espejismo en el que se crea una ilusión de libertad. Si la gente va a ver mala comedia le falta eso.
-«Hay gente que piensa que la commedia sirve para satirizar a personajes como Donald Trump. La comedia no sirve para evitar que alguien llegue a ser presidente de un país», dijo en La vida moderna. ¿Para qué sirve la comedia?
-Como le digo, es una ilusión de libertad. Es parecido a la magia. La gente te da esa confianza para que te comportes encima del escenario de determinada manera. Igual que un mago crea la ilusión de que adivina una carta o que saca un conejo, en la comedia la ilusión que se crea es la de libertad. La libertad es un fantasma que no existe. Sin embargo, durante ese momento se crea un vínculo entre la gente y el cómico que predispone a todo el mundo a que pueda surgir esa ilusión de libertad, donde uno se puede comportar y decir lo que le de la gana. En la vida real eso no existe.
-No recuerdo que bromearan sobre la violencia machista en el programa. A Facu Díaz le pregunté si lo haría y no me quiso contestar. ¿Hay límites en el humor?
-La comedía sí que tiene límites y lo bonito es caminar sobre el alambre. Por eso la comedia es un arte. Hay que conseguir el suficiente equilibrio como para estar siempre a punto de pasarte de la raya pero sin que eso suponga…
-¿Un juicio, no?
-Sí, jaja. Sin que suponga un juicio, algo incómodo, desagradable. Se puede hacer comedia sobre la violencia machista, pero no se puede hablar de cualquier manera. Cualquier tema se puede tratar para hacer comedia. Si yo hablo de la violencia machista de manera frívola y gratuita es realmente algo desagradable. Existe algún camino para poder hacer comedia sobre cualquier tema.
-¿A lo largo de estos 15 años ha observado que los límites del humor se han ido acortando?
-Hay dos olas que están chocando. Por un lado, hay mucha libertad que se puede convertir en libertinaje. Pero por otro lado, mucha gente se toma cada vez más en serio en el mal sentido. Confunde tomarse en serio a sí mismo con sentirse ofendido. En la izquierda se tiende a los colectivos: el colectivo feminista, el colectivo gay. En la derecha se tiende al individualismo, es decir, yo estoy por encima de todos, tengo derecho a ganar más dinero que nadie. En el fondo, las dos posturas son lo mismo. El individuo por encima de todo o los colectivos por encima de todo. Eso lleva a radicalizar las posiciones, y que cada uno se tome muy en serio.
-Los dos caminan por la misma senda, pero en un extremo y en otro.
-Eso provoca que se la gente se tome muy en serio a sí mismo, y que no comprendan que hay un vínculo común entre todos. Aunque tú tengas una manera de pensar y yo otra. La comedia y el amor son los dos únicos caminos para unir a personas con ideologías diferentes.
-El humor podría unir a Zapatero y a Trump.
-Claro. Cuando te ríes de algo creas un vínculo muy sincero y primitivo. Lo importante es el vínculo que se crea entre dos personas. En el caso de Donald Trump y la comedia política, yo creo que la comedia no tiene mucho poder destructivo. La comedia es mas conciliadora que destructiva. Cuando haces bromas sobre Trump no estás descalificándole, sino humanizándolo. La comedia juega a favor de Trump. Cuanto más comedia hagas de Donald Trump, más simpático nos vas a caer y menos nefasto como presidente nos va a parecer.
-Al final la buena comedia tiene malas consecuencias. La comedia acerca más a Trump a la gente.
-Puede ser un camino pervertido, sí. Jajaja.
-Comentó en una entrevista que a la mujer se la trata peor en el círculo de la comedia.
-Ahora mismo la mejor comedia la están haciendo las mujeres, en todos lados. Las mujeres cómicas son los nuevos negros.
-¡Pedazo de piropo!
-Un tipo de comedia que me gusta mucho es la que hicieron los negros en la época que estaba en primera línea Richard Pryor. Los negros tenían que luchar por sus derechos y al mismo tiempo hacían comedia sobre su situación. Ahora es el turno de las mujeres. Tienen que luchar por su lugar en la sociedad y muchas mujeres están haciendo comedia con eso. Es la comedia mas valiosa. Hay cómicas jóvenes que no se conocen, pero son buenísimas. Valeria Ros, Pilar de Francisco y Silvia Sparks. Me parecen tres cómicas geniales y es injusto que no se conozcan. En Reino Unido está Bridget Christie. En Estados Unidos muchísimas. Tina Fey, por ejemplo, que fue jefa de guionistas del programa Saturday Night Light. Todas ellas hacen la comedia más interesante.